miércoles, 27 de enero de 2010

Recuerdos...

Que lindos que son los recuerdos. Uno cuando se pone a recordar se transporta al momento que recuerda y pareciera transfromarse todo. El cuerpo se llena de una energía hermosa y en la cara se dibuja una sonrisa. Y si el recuerdo es de algo que sabemos que no hay manera de volver a vivir se disfruta el doble y hasta con cierta nostalgia y tristeza. Pero la alegría debe poder más que esos sentimientos. Yo por ejemplo me acuerdo de esas tardes con amigos en las que jugábamos en la calle y nos sentíamos libres, sin tanta inseguridad y tan inocentes. Me acuerdo de la pileta de lona en el patio que parecía de natación y era chiquita. Y me acuerdo de mis abuelos. Ellos vivían en Buenos Aires y no nos veíamos con demasiada frecuencia. Pero cuando venían era espectacular, estabamos juntos todo el tiempo, como queriendo recuperar el tiempo perdido. Me acuerdo que nos traían alfajores, porque su casa quedaba cerca de la fábrica de alfajores, y nosotros en dos días los liquidabamos jeje. Mi abuelo era un hombre de esos buenos, piolas, compinche. Una vez me dio el auto para que lo estacione y yo nunca había manejado... Me lo sacó justo antes de que hiciera un desastre!! Me encantaba, cuando yo iba a su casa, ir a trabajar con el. Recorríamos toda la ciudad (porque trabajaba en una empresa de encomiendas) y para mi era algo hermoso.
Después crecí y muchas cosas en el medio nos fueron distanciando, incluida la distancia pero que no es justificativo. Hasta que un día, yo ya con 21 años, estaba esperando a que mi novia saliera de la facultad y me agarró una sensación que no puedo explicar, era como una necesidad de llamarlos a toda costa. Y lo llamé. Atendión mi abuelo y cuando le dije que era yo se largó a llorar. Hablé con el, con mi abuela y nos pusimos al día como pudimos, porque por teléfono mucho no podíamos. Y hablando con mi novia decidí que tenía que visitarlos. Nos tomamos un micro a Buenos Aires y nos encontramos. Pasamos el día juntos y a la noche nos fuimos. Nunca me voy a olvidar de el abrazo que nos dimos a la despedida, de el beso que nos dimos y de su mirada. A partir de ahí mantuvimos el contacto de manera mucho más fluida hasta que un mes depués de visitarlo se fue para el cielo. Me acuerdo de todo lo que hice con el, de todo y más de ese día. Y siento que si hubiera sabido que se me iba el abrazo hubiera durado más, que tendría que haberme puesto en contacto mucho tiempo antes. Pero también siento que lo hice feliz en ese tiempo, que lo recuperé y el a mi. Y le pude decir que lo quiero mucho mirandolo a los ojos. Ese es un recuerdo que nunca va a desaparecer de mi mente y menos de mi corazón.
Recuerden siempre las cosas lindas, porque lo malo no vale la pena recordarlo y disfruten de las cosas y los recuerdos siempre y con cariño y amor, porque en definitiva lo que nos queda es eso: amor y recuerdos.
Abrazo!